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How I learnt to Hate myself, The Ballad of Yngve

Chapter 6: Life Goes On

Summary:

— No morirás, los doctores dicen que es normal esto, este … Este tipo de episodios con tu salud son normales, pero no mortales, estarás bien.

— Prefiero tener la libertad de la muerte, que vivir con esta estúpida máscara en mi rostro por el resto de mis días…, quiero ser libre, libre, libre… — desvarío entré la delgada sábana del hospital, no se retorcía a duras penas se movía, pero aún tenía voz — quiero ser libre de tanta carne y hueso, quiero dejar de sentir que mi corazón palpita, la sangre que se mueve, las venas en mi piel, deseo libertad.

Notes:

No hay mejor forma de terminar que con una canción de poison, porque yo siempre he sido una chica de poison.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Miro a la familia salir de aquella habitación, salían uno por uno, con expresión fúnebre, primero los padres y luego los hijos, que daban el último saludo por la jornada de visita. Cada rostro trataba de encontrar una conciliación para aquel desenlace, los progenitores de cara larga, los adolescentes confundidos cargando consigo un infante que era totalmente ajeno a la situación. Estaban en su penumbra, la eterna atmósfera de pena, era un dolor tan profundo que no pudieron llevar los cuidados del rubio, quien paso a la mirada permanente de Thomas. En ese momento pasaron a su lado, reconociendo su presencia con una leve despedida, un movimiento de cabeza, quizás un “adiós” al aire, no había mucho que decir ¿Qué podría decir?, no era un doctor o alguien con conocimiento para ayudar más allá de dar apoyo.

Sus pies se movieron pesados hacia la habitación del rubio, quien permanecía postrado en cama, tieso, con los pulmones doloridos y su rostro cubierto con aquella mascarilla de ventilación transparente que le suministraba aire como una especie de salvavidas para sus pobres pulmones. No diría que Pelle llevaba una vida de excesos en la manera tradicional, no fumaba, odiaba las drogas y no tomaba en exceso (o quizás no era tan alcohólico como él), pero su droga era el dolor, la autodestrucción. Los años deteriorando su cuerpo tuvieron resultados, ahora estaba sobre la cama, pasando en carne propia las consecuencias de su autodesprecio. Pelle se lo había explicado apenas a su ingreso, aunque no se hubiera herido abiertamente los últimos meses él se seguía odiando, se odiaba tanto que u propio cuerpo empezaría a lastimarse inconscientemente, eran los resultados del cuerpo que se odia, pero a pesar de que ahora estuviera destrozado su mirada seguía firme.

— ¿No vienes conmigo?

Le cuestionó con su voz distorsionada en un sonido que parecía poco humano, incómodo, un capricho de querer hablar mientras peleaba con el oxígeno. Estirando su cuerpo tratando de sentarse, aplastando otra almohada bajo su espalda en un intento de enderezarse, quería estar al nivel del Thomas, sentirse en una situación con más balance. Thomas, quien no reparo en ir a su lado, tomo su mano, tan fría como la nieve en los oscuros días de diciembre, tan helada que puso la piel en sus labios, tratando de calentarla.

— ¿Viste al bebé que llevaba mi mamá? — pregunto mirándolo fijamente, buscando sus ojos con emoción de los propios, tratando de conectar aquel sentimiento de ternura — ¿No crees que es el bebé más bonito?

— Es algo grande ya para ser un bebé, ¿No?

Inquirió recibiendo un golpe débil en el dorso de su mano, como si lo hubiera insultado, sabía que no debía meterse con sus hermanos, pero amaba verlo tan protector.

— Apenas tiene 3 años, no deberías ser tan duro al definir que es un bebé y que no — regañó sin ganas de verlo, poniendo su cabeza contra la almohada — es un bebé muy lindo, y pensar que no quise regrese a casa porque no quería cuidarlo.

Admitió con una leve estela de culpa en su voz, notaba la eterna tristeza del rubio por la despedida de su familia. Sus ojos iban entre su rostro y la puerta, queriendo ver a través de las paredes donde habían ido.
— ¿Qué pasa con eso?

Cuestionó acariciando la cabellera rubia, ahora no tan poblada, mostrando algunas entradas y el cabello desprendiéndose como si fueran hilos en la tela deshilachada, como si su miedo de ser calvo lo estuviera condenando.

— Yo, no quería volver al país porque mi mamá estaba embarazada y, estaba aterrado, pase la mayor para de mi vida cuidando a mis niños, entonces tuve miedo, mucho miedo — aseguró cerrando sus ojos un momento, regulando su respiración para no llorar — no quería pasar más tiempo haciéndome cargo de otro niño, no quería sentirme otra vez con esa responsabilidad, pero ahora me arrepiento tanto, debí haberlo cargado más veces, tengo miedo de que crezca y piense que no lo ame como a sus hermanos, ellos tendrán recuerdos míos, pero él no tendrá nada.

Los lamentos de Pelle hicieron temblar al castaño, quien volvió a tranquilizarlo como mejor pudo — está bien Pelle, él lo sabrá, sabrá lo mucho que lo amaste, eres un buen hermano — le aseguró en su tono más suave, tratando de no empeorar las constantes migrañas que este había empezado a sufrir desde su ingreso a cuidados intensivos — yo, tengo una hermanita y no me he preocupado por ella la mitad de lo que tú lo has hecho con tus hermanos, es algo que quiero arreglar.

Pelle se rio irónicamente, soltando su mano de la mano del castaño, con la necesidad de acariciar su rostro con cuidado, tratando de guardar cada centímetro de piel en su memoria.

— Al fin eres peor que yo en algo — dijo con una sonrisa maliciosa, golpeando levemente su mejilla — sueles alejar a las personas, tienes muchos amigos, pero nunca tratas de estar cerca de ellos más allá de emborracharte y ese tipo de cosas, podrías tratar de ser un poco más presente en otros aspectos.

— Es difícil, no creo poder conectar bien con nadie.

Aseguró con su cabeza baja, no queriendo que el rubio, tan enfermo como estaba, mirara su debilidad cuando se suponía que él debía ser su soporte en aquel momento de angustia total.

— Tú, conectaste conmigo y soy un enfermo y un depravado, y un mórbido demente psicópata que persigue pobres niños cristianos para corromper sus almas y se masturba con crucifijos — aseguro acariciando su mejilla con la ayuda de sus uñas — ¿Te puede pervertir?

Thomas asintió, recibiendo los leves rasguños en su piel dejando que se marcaran y finalmente se acentuaron como leves besos en su carne

— Lo hiciste, ahora no sé qué hacer conmigo, no sé cómo continuar a partir de ahora — confesó alzando la mirada, una última súplica para el rubio — no debería decir cosas así cuando no es tu funeral.

— Muchas veces imaginé mi funeral, pero dentro del ataúd, como sería la madera y el relleno duro de este, ahora estoy teniendo fantasías más vividas, el día, mi madre llorando y mi padre siendo un hombre para mantener la postura, mis hermanos devastados… — tomo un poco más de oxígeno sin luchar contra ese aparato que tanto detestaba, odiaba el plástico que recorría tanto afuera como adentro de su anatomía, malditas serpientes artificiales — no puedo hacer nada, no tengo el poder para hacerlo, quizás nunca pude hacer algo, nací con la muerte adentro, nunca… yo, creo que jamás hice realmente algo por ellos.

— Eres muy duro contigo mismo, ni ahora que estás tan débil puedes ver las cosas buenas de ti.

La reflexión solo lo hizo cerrar los ojos un momento, seguía tan ciego, con los ojos apretados en el paño de la ilusión. Sus pulmones eran inútiles, siempre lo habían sido, no estaban hechos para resistir mucho tiempo. Había sido un milagro médico, morir dos veces y no presentar un problema neuronal grave ya era impresionante, pero, ¿Por qué ir a encontrar de la naturaleza?, él mismo no había sido creado para vivir mucho tiempo.

— ¿Cargarías mi ataúd?

Pidió en voz baja, un tipo de honor, una transmisión de confianza en él, como si le estuviera encargado su alma.

— ¿Realmente quieres que cargue tu ataúd?

— Si, y también te doy permiso de acostarte encima de mi tumba y hablarme del resto de sagas nórdicas, no iré a ningún lado esta vez.

Dijo en un todo jocoso, con ganas de molestarlo, recordando con malicia como se escapaba cada vez que Thomas empezaba con sus relatos épicos dignos de Wagner. Era una broma cruel, como todas las que surgían de la mente del rubio, pero esta vez no pudo estar enojado, quizás no volvería por la noche, no se acostaría en su pecho para preguntar sobre el drama de las “Seiðr”

— Me darás el honor de ir a tu tumba…

— Y ponerme flores, flores malvadas, flores del mal — aseguro tocando con sus manos heladas los parpados, en un intento de tapar los ojos tristes del mayor — no me mires así, con esos ojos tan muertos, estaré bien, estaré genial, mi cajón puede ser la más suave sábana.

— No morirás, los doctores dicen que es normal esto, este … Este tipo de episodios con tu salud son normales, pero no mortales, estarás bien.

— Prefiero tener la libertad de la muerte, que vivir con esta estúpida máscara en mi rostro por el resto de mis días…, quiero ser libre, libre, libre… — desvarío entré la delgada sábana del hospital, no se retorcía a duras penas se movía, pero aún tenía voz — quiero ser libre de tanta carne y hueso, quiero dejar de sentir que mi corazón palpita, la sangre que se mueve, las venas en mi piel, deseo libertad.

— Pelle, puedes ser libre a mi lado, podemos hacer muchas cosas juntos, hay muchas cosas que no hemos visto.

— Ya no quiero ver nada, no lo deseo, mi corazón no lo quiere, no lo necesita.

Aseguró firmemente, no quería lastimar, pero no podía mentir, no le volvería a mentir a Thomas. Era sincero, su deseo era puro, puro como su sangre, le había entregado sus miedos, ya no podía guardar ninguno para sí mismo, era momento de que Thomas los guardara para sí. Tenía uno más, uno que nadie debía de enterarse, pero no quería llevarse.

— ¿Sabes lo que quiero Thomas?

Exclamo el rubio, volviendo a una posición más cómoda en su cama, tratando de buscar el lado perfecto del colchón de espuma.

— Dime, dime lo que necesites y te prometo que lo haremos.

Aseguró firmemente, con sus palabras decisivas hacia al rubio quien le dedicó una sonrisa de satisfacción, tan satisfecho de tenerlo de esa manera, le gustaba cuando este era capaz de dedicarle sus días y sus noches.

— No prometas cosas ahora, me lo tienes que prometer después de que te explique todo, tendrá sentido, lo juro — pidió aún más débil, sin muchas ganas de pelear con el mayor — si salgo vivo, hay muchas cosas que quiero hacer, la primera es que quiero tocar la batería en tu próximo álbum.

— ¿Hablas en serio?, pensé que ya no querías hacer música.

Aseguró Thomas en una voz casi atónita, como si le estuviera pidiendo que volviera a restaurar el reino de Transilvania.

— No quiero, pero soy caprichoso y quiero tener crédito en algún álbum de Bathory.

— Pero tú escupiste la primera copia de “Twilight of the Gods”, lo llamaste flojo, mediocre, y horrible.

— Y esa noche fuimos al cementerio en bosque e hicimos el amor, las cosas cambian, supongo — le aseguro tratando de quitarle peso a la petición — es un mero capricho, solo quiero ver mi nombre ahí, como Pelle, no Dead.

— Está bien, tocarás la batería

Cedió aún con la cabeza llena de dudas, tratando de poner en balanza la felicidad de su amante, o el amor a su banda, pero él también amaba la música, seguro lo haría bien.

— Y tener control creativo — añadió deleitándose con el rostro de incomodidad del castaño — también quiero un viaje a Transilvania, aunque sea un día, necesito ver Transilvania en toda su grandeza.

— Podemos arreglar algo, tomar unos días de la próxima Pascua e ir a Rumanía, ¿Sería bueno para ti?

— Sería genial, quiero perderme un rato en Transilvania — aseguró cerrando sus ojos, imaginando las calles, los bosques, los castillos, y las praderas — sería como volver a un hogar que nunca conocí, Thomas ¿Crees en las vidas pasadas?

— No, soy más de pensar que solo tienes una oportunidad, lo que hagas con esta es lo único que obtendrás, solo una vez.

Pelle negó con su cabeza contradiciendo la explicación, no estaba dispuesto a escuchar eso — no lo creo, siento que hay un tipo de ciclo, algo que nos hace vivir diferentes vidas en diferentes condiciones — murmuró jugando con las manos de Thomas — me gusta pensar que fui Vlad Tepes, realmente no hay nada que lo confirme más que mis sueños donde paseo por el “castillo de Bran”, nunca he estado ahí, pero puedo describir cada lugar, cada parte, diseccionar cada rincón, lo siento como mío.

— ¿Realmente has soñado con ese lugar?

— ¡Cientos de veces! Y cada vez me enamoro más, necesito ir, conocerlo, es una especie de deber, y sé, que cuando muera, de alguna manera retornaré al castillo de Bran, a mi verdadero hogar.

Aquella reflexión lo hizo pensar, ¿otra vida?, era difícil ver las cosas de otra manera, pensar en otra oportunidad, quizás un momento, algún espacio distinto para enmendar las cosas que hiciste mal de otra manera. Si fuera así, ¿pudo haberlo arruinado con Yngve, y finalmente haber revertido su pecado?

— Yngve, ¿Crees que nos conocimos en otra vida?

— Creo que no — le aseguró en un tono de voz bajo, algo apenado por aquella negativa — pienso que las personas que conoces en cada vida tienen un propósito específico, algo para ayudarte aprender algo, supongo que en otra vida tú fuiste un vikingo, por eso sientes nostalgia con Escandinavia.

— Quizás, por eso me gusta más tu segundo nombre.

— ¿Yngve? Es un nombre tonto, no me gusta, casi no lo utilizo — aseguro sin tomar mucha importancia al gusto del mayor — es algo no sé, ¿Femenino?, supongo que no encaja conmigo.

— Yo pienso que es precioso, prefiero llamarte Yngve.

— ¿Seré Yngve para ti?

Preguntó el rubio con una leve sonrisa, un gesto que Thomas correspondió, un leve coqueteo entre ambos, sus miradas se encontraban, alejaban y volvían a jugar. Quizás debieron pasar más tiempo jugando entre ellos, pero el tiempo avanza, no hay nada que se pueda hacer, solo alimentar fantasías del hombre desquiciado.

— Si, siempre serás Yngve, creo que realmente te conocí…

— Supongo que si, lo hiciste…, eso es raro, ¿Te gusto conocerme?

Le cuestionó tímidamente, con su rostro más que rojo, como la alfombra de terciopelo que guardaba en su departamento, aquella donde Yngve derramó sus acuarelas mientras iniciaba su primer proyecto para el portafolio. La cariñosa mancha que no pudo borrar por más viajes a la tintorería que hiciera, solo quedaba un manchón negro sobre la impoluta tela. Nunca estuvo realmente molesto, por más insoportable que fuera la presencia de Yngve, por más asfixiante que fuera su dolor, por más duro que se sintiera el suelo de la habitación. Permaneció con los pies en la tierra, jamás pensó en el amor, pero lo amaba, pensó mucho en el odio, pero no lo odiaba, no es fácil entender los sentimientos de un hombre, no es fácil sentirse humano. A veces deseaba volver a su controlada soledad, pasar sus días en silencio, bebiendo y fumando, trabajando en un nuevo álbum y cuidando la tienda y disquera y todo lo demás, no quería involucrarse, ahora estaba escuchando los suspiros del demente que le había dejado una rata muerta como muestra de admiración. Quizás la rata muerta no fue tan mala, un gato dejando una muestra de afecto, fue peor el silencio a la total indiferencia.

— Realmente estoy feliz de haberte conocido, aunque seas un demente, psicópata, come niño, satánico profanado, profana tumbas, adorador de Satán, un desviado sexual.

Yngve rio con la declaración, su boca abierta por un momento, dejando que entrara el aire, inunda su interior y luego salga en fuertes tosidos que empañaron la mascarilla, haciendo que Yngve se la sacará rápidamente, no queriendo oler su saliva.

— ¡Ugh!, no me hagas reír — le pidió mientras limpiaba con un trozo de sábana el interior de la mascarilla — entonces, ¿podrías llevar a este satánico blasfemo sacado de Sodoma y a sus hermanos por una cena italiana?

— ¿Una cena italiana?

Cuestionó preocupado asombrado por su petición, la necesidad de comer era tan sorpresiva, así como el deseo que este se incluyera con su familia, aunque sea para pagar la cuenta, totalmente fuera de lugar para Pelle.

— Si, por mi culpa tuvieron que pasar el año nuevo aquí, aparte no celebraron bien mi cumpleaños, entonces pensé que podíamos ir por fideos chinos o pasta Italiana, pero creo que se me antoja más la pasta, quizás raviolis, no sé, pero quiero pasta.

— Y ¿Me quieres ahí con tus hermanos? — pregunto aún atónito con aquel pedido sonaba tan imposible, fuera de cualquier escenario que se hubiera planteado o imaginado, pero el gesto positivo que hizo el rubio lo confirmó — apenas salgas de aquí vamos a ir a comer todos juntos, lo prometo.

— No apenas salga, apenas salga quiero ir a tu departamento, que prepares tus horribles tacos — murmuró dejando la mascarilla aun lado, tratando de hacer funcionar sus pulmones sin asistencia — los odio, la tortilla siempre está muy dura, pero me gusta cuando haces cosas por mí… acércate.

Pidió con su mejor tono autoritario, como si aún poseyera alguna fuerza física que lo ayudará a doblegar la voluntad ya destrozada de Thomas. El castaño solo se acercó a su cama, apoyándose a su lado, con sus rostros juntos, las manos entrelazadas, y aunque el tacto de Yngve era helado, sus palabras contra su oído eran ardientes.

— Quiero arrastrarte por todo el piso, golpearte y jalar tu cabello, tirarte en el suelo y acariciar con mi lengua ese rastro de vello púbico que crece hasta tu ombligo — murmuró débilmente con su pulgar jugando en la piel rasposa del mayor — necesito que me montes, que saltes en mi regazo, me dejes tomarte a mi antojo, amarrarte, morderte, quiero orinar encima de ti y marcar mi nombre en tu cuerpo.

— Yngve…

Murmuró el mayor, con su respiración acelerada con su cara roja, nervioso por aquella petición. Ya había servido como “la chica” de la relación, no únicamente con Yngve, para nada, pero oírlo de manera tan descarada lo hizo temblar. Realmente tenía las piernas débiles en ese momento, comprendía la raíz de la petición, el pobre seguramente estaría frustrado por su tiempo en cama, necesitaba su cuerpo para calmarse. Sabía que necesitaba tocar, arañar su carne, chuparla, poseerla para finalmente sentirse bien, la necesidad era tan grande que no se contenía en un solo cuerpo, un deseo compartido.

— Pero lo que más quiero es que me la chupes, estoy tan desesperado por tu boca que no creo poder resistir más tiempo.

Exigió tomando la mano del mayor, primero acariciando, para luego dejando que fuera a través de la bata del hospital, tan delgada que se pegaba perfectamente a su figura a la minina presión, un movimiento suave pero manipulable, tratando de bajarla hasta su entrepierna.

— ¿Te refieres aquí?

Preguntó impactado por la petición, mirando al rubio a los ojos, quien asintió sin ningún tipo de pena.

— No podemos hacer eso ahora.

— ¿Por qué no? — preguntó haciendo un leve puchero, tratando de llegar al corazón del mayor — ya te dije que no puedo pensar cuando tengo las bolas llenas, y han pasado muchos días desde que no lo haces.

Insistió nuevamente, tratando de bajar su mano nuevamente, en una especie de rabieta infantil. Este hizo un gesto de disgusto, para su desgracia Yngve gano la negativa de Thomas, quien lo soltó de la mano, poniendo nuevamente la mascarilla en su prominente nariz.

— Eres terrible, no me puedes pedir algo así — le regañó como si se tratara de algún tipo de perro callejero — no puedes ponerte así conmigo cuando a Øystein casi no lo tocabas.

— No es lo mismo, no tenía tantas fuerzas para follarme a Øystein en ese entonces — explicó incómodamente tratando de acercar nuevamente a Thomas a su cuerpo — a veces tomaba una coca cola antes, por la glucosa y que mi verga pudiera pararse, pero ahora estoy bien, te podría coger ahora sin problemas — volvió aseguro sujetando su mano nuevamente — podría hacerte el amor en cuidados paliativos.

— ¡Eres un cerdo!

Le gritó indignado, pero aun sin soltar su mano, ahora estaban en un silencio incómodo, hasta que Yngve, volvió a acomodarse en la cama, en un sentimiento amargo por no recibir su mamada.

— No soy un cerdo, solo quiero la boca del cabrón al cual me he estado follando los últimos seis meses en mi verga, no es algo tan malo… — aseguró y luego suspiró notando la mirada de Thomas — no he pensado en Øystein.

— No me refería a eso, pero, ¿Aún no quieres que le avisé acerca de tu salud?

— No, antes hubiera sido un desperdicio, tantos días desperdiciados pensando que era bronquitis, y ahora quién sabe, solo sé que no me siento mejor — aseguró soltando un suspiro, sin muchas ganas de profundizar aquel tema — este ya no es el asunto de Øystein, lo que haga con mis cosas está bien, las cuidara, vive de la nostalgia, es terriblemente nostálgico, seguramente lo guardara todo bajo su cama junto a los periódicos de la Unión Soviética y los boletos de su primer concierto de “Venom”, pero escúchame Thomas, este ya no es su asunto.

Le prometió mirando a sus ojos, los ojos intensos, ojos que devastan, rompen y finalmente se cierran. Si dejaba todos sus miedos dejaba ir su cuerpo, porque la muerte era la muerte del ego, la muerte de todo lo que quiso ser y no fue. Prefería pensar que iba a tener un sueño muy largo y profundo, no como los que había tenido desde el 83, si se iba no tendría miedo, no lo había tenido desde que lo ingresaron porque el mayor había estado a su lado, con promesas de papel.

— Podríamos viajar juntos hasta el fin del mundo.

Propuso Thomas, sabiendo que ahora Yngve no le negaría nada, estando de acuerdo con sus sueños. Aunque luego se despertara, saltara de la cama, vomitara y caminera por las paredes negando su promesa, ahora podía disfrutar de aquel juramento.

— Podríamos, sí, y tener una cabaña en Rumanía, quizás adoptar un perro y llamarlo Fausto…, podrías trabajar en casa, con un estudio en el sótano, yo tendría mi jardín, y estaría ahí en la mañana, trabajaría en mis cómics por la tarde…, sería lindo.

— Lo sería, ¿realmente quieres eso? — murmuró mientras acariciaba la frente del rubio, quien parecía arder, su fiebre no bajaba, pero los doctores decían que se podía mantener estable por el momento, lo importante eran sus pulmones — es raro que quieras unir tu vida con la mía.

— Sí, es que me cuidas bien, me gusta que me cuiden, porque yo mismo no puedo hacerlo, me odio mucho para ver algo bueno en mí — murmuró cerrando por sus ojos, su cabeza empezaba a doler, más que los días anteriores — aunque no sea en esta vida, en la próxima, hay que volver a encontrarnos, quizás en otra realidad yo no me odie como me dio ahora.

Thomas asintió besando la frente del menor, este volvió acurrucarse en la cama, siendo tocado por el frío del sereno, el final del día que se colaba por los espacios libres de la ventana, consumiendo el oxígeno de la habitación.

— Te prometo que si existe otra vida, nos encontraremos y podremos hacerlo mejor, pero aún tenemos está para seguir luchando juntos.

— ¿Y me prometes que ya no te cerrarás a las personas?

Thomas asintió acariciando su mejilla, en un compromiso silencioso, pero Yngve no se iba a conformar. Necesitaba cumplirlo, pero no tenía fuerza para cortarse y juntar su sangre, no tenía alcohol para escupirlo sobre los pies del mayor y sellar algún tipo de pacto, pero no se rendiría.

— No solo muevas la cabeza, dime qué aunque tengas miedo y sientas que tus pensamientos no son importantes, dime júrame que te abrirás con todos ellos, con los que te embriagas los fines de semana, con tus excompañeros de banda y con los que tienes miedo de hablar.

— Si, lo haré Yngve, seré honesto con mi mismo esta vez.

Juro con sus manos sosteniendo las manos del rubio, quien sonrió finalmente relajando su expresión, dejándose caer entre manos y telas, su cuerpo cansado, herido, esperando el amanecer, las ganas de ver las nubes color tornasol del valhalla, o sentir la paz de algún tipo del paraíso.

— Bien, me muero de ganas por un paquete de snus… ¿Los médicos ya me dejarán tener algo de snus?

— No Yngve — regañó nuevamente cansado de aquella conversación — para ser alguien que odia las drogas, consumes mucho, mucho snus.

— ¡Ya te dije que el snus no es una droga! Es más, el café es más adictivo y dañino si lo comparas con el snus.

Thomas negó con su cabeza ante aquella afirmación, tomó aire mirando nuevamente al menor quien tomó su mano aun con mayor fuerza a pesar de estar acostado con su rostro al cielo.

— Thomas, supongo que ahora dejo algo de trabajo y me voy en paz, confío en ti, entonces escúchame, por favor — volvió a explicar en su confusión, como si su conciencia se fuera y volviera en un círculo constante — te dejo mi portafolio, no es mucho, pero sé que harás lo correcto con él, odio admitir que, tú eres un artista, uno realmente bueno, dejo algo de obra, no como músico, no como Dead, sino como yo, como dibujante y pintor, con eso estoy feliz y parto en paz.

Thomas negó con su cabeza, su permanente carencia a reconocer las palabras finales de Yngve, nunca caería ante su alma pesimista. No lo dejaría ir, jamás dejaría escapar su alma sin pelear, sin aferrarse con sus garras a la bella escena de Yngve, de su oscura musa, de su triste hija de Freya, del “Ymir” que cayó a la tierra para atormentarlo, necesitaba poseerlo, luchar contra su verdadero amor, su muerte.

— No me has dicho tu última petición.

Aseguró, tratando de no llorar. Yngve asintió, dándole la razón, hizo un gesto con su mano para que volviera acercar su rostro, poniendo sus labios contra su oreja. Las palabras eran miel con hiel, cada sílaba lo apuñalaba, no podía esperar menos de él, su petición correspondía a su naturaleza: absurdo, sin sentido, violento, caótico, caos… contuvo su respiración por un segundo, no quiso alejarse, lo había prometido, era un juramento, ¿Qué se hace cuando se cumple en vida y muerte?, lo mismo entre el odio y el amor, ceder. Arrodillado como creyente ante su capricho, solo asintió, listo para decir sí, aceptar sin hablar. Sostuvo su dulce rostro, cansado, flaco y con ojeras marcadas entre sus manos, lo miró a los ojos y sonrió, Yngve devolvió su sonrisa con la misma ternura. Juntaron sus frentes, se abrazaron y rieron cerrando su pacto, finalmente un pacto que Yngve no tuvo que sellar con sangre. Un par de lágrimas salieron agridulces, empapando su piel, un rocío de lluvia sobre sus cuerpos, Thomas beso su rostro, miró sus bellos ojos pálidos, un tenue brillo. Estaban en el precipicio de todo, Yngve arranco cada parte de él y las consumió, tomo su corazón y lo encendió, ahora no existía otro camino, solo continuar en la última milla.

— Es mejor que duermas, yo estaré ahí cuando despiertes…

— ¿Estarás ahí cuando esté dormido?

Preguntó Yngve, con sus manos frías y huesudas, sosteniendo al mayor por sus hombros, comiendo de cada palabra que el otro soltaba.

— Lo estaré, tú confía en mí…

Yngve sonrió, cerrando sus ojos, dejando su cuerpo reposar sobre el duro colchón de espuma, dejando su cuerpo caer. Thomas tembló, mirando cómo la noche se comía el día, no había nada que pudiera hacer, soltó a Yngve en su último quejido. Lo dejó descansar y se sentó a su lado, repasando en voz alta otra vez la ópera Wagner, el castigo de vivir como mortal. Miro la respiración, escucho las máquinas, se sintió en un sueño, el último sueño, la maldición de vivir como mortal. El silencio con detalles era insoportable, la habitación sin aire, el frío cálido que marcaba el final de enero, el peso de su cabello, uñas y dientes, las palabras de Wagner, el castigo de la Valkyria. Escucho a Yngve soltar un leve quejido, sonrió, escuchando su voz escapar entre sus labios, era todo.

— Descansa, yo estaré aquí cuando abras tus ojos.

Murmuró besando nuevamente su piel, ahora fría, sus ojos cerrados, pero hundidos, con la piel pegándose a su cráneo, sus facciones definidas y a la vez la mandíbula caída. Era todo, el castigo de la Valkyria, vivir como un mortal, tocó más su rostro, lo sacudió, en desesperación, una y otra vez, frío, la verdadera muerte era lo único real.

Notes:

Quizás haya un epílogo, por el momento I felt this before now I feeling again.

 

Este fanfic aparte de ser el primero que terminó, me ayudó a procesar mis sentimientos de pérdida. No dejas de extrañar, pero al menos, puedes viajar con el sentimiento viendo como la noche se come el sol.

Notes:

Me he esforzado escribiendo esto de lo que me he esforzado escribiendo ensayos de mi universidad, y si hablo de la versión en Inglés uffas, como sea, primero mi gente latino, let's gooooo.